No quiero una vida llena de cosas innecesariamente importantes. Ni me interesa saber qué se usa esta temporada. Sólo quiero saber, si hay alguien en este mundo que sepa por qué nos levantamos cada día y nos acostamos cada noche. Por qué nos preparamos el desayuno a la mañana y salimos rumbo a nuestros trabajos, y nuestras escuelas. Por qué cada día es igual al anterior, y al otro y al otro, y mañana será igual a hoy y pasado mañana igual a ayer. ¿Tiene acaso algún sentido, quedarse en nuestros hogares teniendo el mundo entero por explorar? ¿Quedarse encerrado en algún hormiguero del Jardín del Edén?¿ No tiene más sentido, simplemente, vivir la vida?
¿Qué tiene de vida despertarse todos los días a la misma hora? Vivir una vida entera en un pueblo, y no saber cómo huelen las margaritas de la esquina cuando despunta el alba, ni cómo es el canto de los gorriones cuando no estamos cerca de ellos. Adormecer nuestros sentidos, acostumbrarse a la rutina, mirar sin ver u oír sin escuchar.
Vivir, vivir es encontrar en el fondo de tu casa, que ha brotado una nueva flor, y que aquella muchacha que siempre me cruzo camino a algún lugar, me mira distinto a los demás. Comprobar un día, quizás mañana o quizás dentro de cincuenta años, que te volviste viejo y que no podés moverte de una cama, pero sabiendo que nadie te quitará jamás todas las experiencias, todas las sensaciones, toda la gente conocida, toda la vida vivida. Que la vida pasó por ti y no te sentaste en la vereda a verla pasar.
Yo quisiera saber cuánta gente, puede jactarse de eso, cuánta gente en este planeta carcomido por sus hijos, mutilado por sus suicidas habitantes, vivió la vida. Cuántas personas pueden decirte qué se siente respirar por la brisa fresca del lugar donde viven y pueden contarte mil anécdotas y dejarse otras tantas en el tintero. Quisiera encontrar alguien así, y preguntarle, aunque sea, el olor de la brisa marina por la mañana, o el canto de un canario, cuando nadie lo escucha. En un mundo de seis mil millones de almas, alguién me sabrá responder.
¿Qué tiene de vida despertarse todos los días a la misma hora? Vivir una vida entera en un pueblo, y no saber cómo huelen las margaritas de la esquina cuando despunta el alba, ni cómo es el canto de los gorriones cuando no estamos cerca de ellos. Adormecer nuestros sentidos, acostumbrarse a la rutina, mirar sin ver u oír sin escuchar.
Vivir, vivir es encontrar en el fondo de tu casa, que ha brotado una nueva flor, y que aquella muchacha que siempre me cruzo camino a algún lugar, me mira distinto a los demás. Comprobar un día, quizás mañana o quizás dentro de cincuenta años, que te volviste viejo y que no podés moverte de una cama, pero sabiendo que nadie te quitará jamás todas las experiencias, todas las sensaciones, toda la gente conocida, toda la vida vivida. Que la vida pasó por ti y no te sentaste en la vereda a verla pasar.
Yo quisiera saber cuánta gente, puede jactarse de eso, cuánta gente en este planeta carcomido por sus hijos, mutilado por sus suicidas habitantes, vivió la vida. Cuántas personas pueden decirte qué se siente respirar por la brisa fresca del lugar donde viven y pueden contarte mil anécdotas y dejarse otras tantas en el tintero. Quisiera encontrar alguien así, y preguntarle, aunque sea, el olor de la brisa marina por la mañana, o el canto de un canario, cuando nadie lo escucha. En un mundo de seis mil millones de almas, alguién me sabrá responder.
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