
-Perdón. ¿Usted no sabe si el doctor Araújo está atendiendo?
-Ay, ni idea señora, yo estoy esperando a la doctora Pignata.
-Es que estoy esperando desde las tres de la tarde y la puerta no se ha abierto.
-¡Oh! ¡Cuánto tiempo! ¿Por qué será?
-Ni idea. Desde las tres de la tarde estoy esperando.
-Qué disparate. Ya le digo, yo estoy esperando a la doctora Pignata, así que ni idea. ¿Y qué número tiene?
-El 6, fíjese usted.
-Ah, yo tengo el cuatro, pero de este otro consultorio, de la doctora Pignata.
-Claro…
-Si… ¿Y qué problema la aqueja? Digo, si se puede decir, claro…
-No, no pasa nada. Vengo por un problema de cadera.
-Uhh, los problemas de cadera son complicados, ¿eh?
-Ah si… ni que lo diga.
-Si, son complicados… pero entonces ¿por qué vino acá? Si la doctora Pignata es neumóloga, no tiene nada que ver.
-No, pero yo vengo por el doctor Araújo.
-¡Ah, cierto! Qué despistada que soy.
-Si… es un buen doctor. Lo que tiene es que demora en atender.
-¿Ah, si? ¿Qué número tiene?
-El 4, pero me tienen acá desde las tres de la tarde.
-¡Ay, qué disparate! Si, yo tengo el 6, pero de la doctora Pignata.
-Claro. Pero no entiendo por qué no se ha abierto la puerta del consultorio ni una sola vez desde las tres de la tarde.
-Seguramente se toma su tiempo para atender a los pacientes. La doctora Pignata siempre se tomó muy en serio su trabajo.
-Ah si… igual yo vengo a atenderme con el doctor Araújo.
-Claro. Pero la doctora Pignata siempre fue así. Es que todos deberían ser así.
-Sin duda, sin duda.
-Fíjese usted que están trabajando nada más ni nada menos que con vidas humanas.
-¡Por supuesto! La vida es sagrada.
-Sin duda, sin duda.
-¡No es moco de pavo la medicina!
-¡Ah, no! Es muy compleja.
-Si… yo no sería capaz de ser doctora.
-Yo tampoco, no podría.
-Qué esperanza, y más con mi problema de cadera.
-Y claro… ¡mire que es bravo el dolor de cadera!
- Ah, si… yo no doy más de dolor.
-Me imagino. Y encima la ponen a esperar todo este rato.
-¡Y sí! ¡Desde las tres de la tarde me tienen esperando!
-¡Qué horrible! Se perdió el respeto ¿no, señora?
-Se perdió el respeto.
-Yo no sé hasta cuando van a seguir así las cosas…
-Ni idea. Pero fíjese que nadie hace nada para cambiar la situación.
-¡Nada! ¡Qué van a hacer! Lo único que hace la gente es quejarse.
-Así est. Vive quejándose la gente.
-Fíjese que en Europa eso no sucede.
-¡No! ¡Qué va a suceder!
-No sucede, no. Y yo le digo porque sé, porque mi hijo estuvo en Europa.
-¡Ah! Mire usted.
-Si, preciosos lugares, dice.
-Me imagino.
-Si… ¡Mire, me está llamando la doctora Pignata!
-¡Ay, que suerte que no la hicieron esperar como a mi!
-Si, por suerte… Bueno, un gusto haber charlado con usted.
-¡Por favor! ¡El gusto es mío!
-¡Adiós!
-¡Chau! Desde las tres de la tarde… ¿Dónde quedó el respeto?
(4demarzo2010)